pero lo hacemos igual

09 septiembre, 2012

La gravedad de lo sutil

Me había apoyado sobre alguna pared con polvillo de pintura. Él se me acercó y me dijo "Permiso, eh!". Se corrió un poco para apuntar a mi espalda. Lo miré sin entender. Estiró la mano hasta mi cintura. Siempre sosteniéndome la mirada. Llegó  con la mano y me hizo como un chas-chas para sacarme el polvillo del culo. Levantó la mano, sonrió lacivo y me la mostró. "Lo tenías por todas partes, no podía dejar de mirar". Al rato estaba encerrada en el baño sin entender por qué estaba tan nerviosa.

Yo era muy chica (14 años), todavía no había empezado a coger, me faltaban unas semanas pero todavía era muy verde en este asunto del cortejo sutil. Él, a su vez, era muy grande. Esa fue su primer jugada.

Después de haber cogido en las vacaciones de verano y tras meditar su jugada una y otra vez, un sábado empecé a hacerme la linda con él. Y también a meterme en zonas turbias.

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