pero lo hacemos igual

16 mayo, 2013

Escuchar a otros


Estoy en un hostel. Entre la puerta de mi habitación y la de la parejita de alemanes hay una mesa sobre la que puse mi computadora. Ella *tiene algo*. Es de ese tipo de minitas que las ves y te dan ganas de cogértela para ver qué onda; la estuve mirando desde que llegó. Los dos salieron a la calle un rato pero ya volvieron y me saludaron antes de entrar a su habitación. Mi novia francesa Cecile salió. Todo muy normal.

Yo tengo puesto mis auriculares para poder concentrarme pero después de diez minutos empiezo a escuchar otro ruido: están cogiendo. Están cogiendo como cuando tenés que coger callado pero igual un poco se escapan los jadeos. Los jadeos me calientan porque solo la escucho a ella; se ve que es intenso y profundo (y un poco ella se está agarrando de la cama). Un poco creo que se me para la pija y otro poco pienso que saben que estoy con la computadora acá, que supuestamente tengo puestos mis auriculares y que ella sabe que está disfrutando y no lo está gritando. Me quedo en el molde escuchando y escribiendo esta situ y los escucho que se callan porque terminan. Pero hay una más: ella abre la puerta de su cuarto y se ríe y mira para adentro y cuando levanto la cabeza la veo en toalla tapándose lo que brilla con la luz: le acabaron las tetas. 

Es la primera vez que me pongo a escuchar a gente coger y creo que le encuentro una explicación a toda esa parte mía que es exhibicionista y no pudorosa sobre que me cabe  exponerme y hacer un poco de ruido: quizás me gusta escucharlo también.

2 comentarios:

Cat dijo...

AWUANTE!!

Manuel Lunari dijo...

Hay un morbo especial en eso, como el repiqueteo del corazón bajo las maderas en Poe, pero con mas waska digamos (?